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martes, 12 de enero de 2010

Parte II

Confusión, pánico y terror plagaron a los seres. Empezando el atardecer el cielo fugazmente se tornó oscuro. Esto los hizo percatarse, por primera vez sintieron un vacío, una disconformidad interior. Rayos blancos y celestes aparecieron en el cielo ahora sombrío. Un fuerte estallido en las alturas marcó el cambio. Allí comenzaron a bajar, estruendosamente, una por una tomándose su tiempo, las siete desgracias. Cada una en su carruaje acarreado por imponentes corceles. Al aparecer en el cielo, éstas no tenían vestimenta alguna, se iba formando a medida que se acercaban al mundo. Ya cerca del suelo presentaban ostentosos vestidos y adornos desde la cabeza hasta la punta de los pies. Descendían todas con el cuello en alto, cierta soberbia y donosura. Brillantes sonrisas y poseedoras de exquisitos y finos rostros que dejarían atónito a cualquier ser.
Eran grandiosamente enigmáticas. Inevitable mirarlas y admirarlas con absoluta devoción. No necesitaban presentación alguna, con tan sólo guiar la vista hacia una de ellas, el cuerpo de los seres se cubría de un sentimiento extraño, inexplicable para ellos, jamás percibido a tal magnitud.

Venenosa. La primera en caer se estableció en la selva, lugar dominado por las serpientes. Éstas la reconocieron como madre instantáneamente y le ofrecieron su fiel servicio. Se supo adaptar al lugar y circunstancias, o mejor dicho, las circunstancias y lugar se adaptaron a ella. Los reptiles le construyeron un palacio natural digno de una reina, sin embargo no parecía ser lo suficiente para sentirse conforme.
Negación. Ella se oculta a todos, y a ella misma también. Le causa placer el hecho de al resto ver caer. Madre del resentimiento y la desdicha. Negativa y celosa como ninguna. Ingrata e inválida. Dicen que tiñe de verde a quién la reclama.
Esta peligrosa desgracia es llamada Envidia, muy solicitada y acudida.

Atraer a la plebe era su propósito, llenarlos y colmarlos de ese sentimiento de amargura por sí mismos, de tristeza por no tener lo ajeno, de envidiar el intelecto y posesiones del indiferente. Todo aquello la llenaba de gusto y satisfacción, pero no era suficiente. Nunca es suficiente cuando de Envidia se trata. Envidiaba a sus hermanas, esa era su mayor preocupación. “Necesitaba” superarlas, alegrarse de su pesar.

3 comentarios:

  1. very good blog, congratulations
    regard from Reus Catalonia
    thank you

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  2. WOW!!!
    TU FONDO ME HA MATADO ES SIMPLEMENTE EXQUISITO!!!
    GRACIAS POR TU COMENT, KISS...

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